¿Te atreverías a prenderlo a pesar de que te engorda?
La explicación no tiene que ver con el efecto directo del aire en nuestro cuerpo, sino con los comportamientos que estimula. Cuando tenemos calor, comemos menos. Cuando tenemos frío, nuestro cuerpo nos pide alimento para regular su temperatura. Por ello, el aire acondicionado nos hace comer más y, en consecuencia, engordar.
Se hicieron unos estudios que lo comprueban.
En 2015, en una oficina de Birmingham , Estados Unidos, se separó a los trabajadores en dos grupos durante dos horas. Unos estuvieron a 68º y otros, a 78º. Los que permanecieron en la zona cálida comieron un 99.5 % de calorías menos de pizza que los de la zona fría.
Otro ejemplo, el investigador del Instituto de la Grasa del CSIC, Javier Sánchez Perona, que desarrolla esta teoría en su blog «Malnutridos»: un estudio realizado a más de 100 mil personas en Reino Unido demostró que el índice de masa corporal (IMC) de las personas que viven a temperaturas medias superiores a 73º era menor que el de los que vivían a menos de 68º.
El otro ejemplo es el de Rafael Refinetti que estudió a finales de los años 80 cómo la temperatura afectaba al apetito de las ratas. Los resultados mostraron que las que más engordaron fueron las que vivían en un ambiente cálido pero comían en un ambiente frío. Por otro lado, sometidas a entornos de más de 100º, muchas dejaron de comer.
Son sólo tres ejemplos de un amplio abanico de pruebas que sugieren que comemos más cuando tenemos más frío. Es decir, que tendremos más hambre si encendemos el aire acondicionado. Muchos restaurantes lo saben…, y lo aprovechan.
Tal y como recoge el citado blog «Malnutridos», una encuesta realizada en 1991 en Estados Unidos mostró que los clientes pedían más comida con el aire acondicionado encendido. Si lo apagaban, las ventas bajaban.
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